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Marüina Jones

Diré esto con simples palabras, para que todos logremos entenderlo, pues prefiero el idioma universal.

 

La imaginación no conoce la diferencia entre hechos reales  y hechos ficticios. No puedo llegar a confirmarles si esta historia es mero fruto de mi imaginación, o simplemente lo cotidiano visto desde los ojos creativos. Lo único que puedo afirmar de modo certero, es que el mundo de la fantasía épica es un lugar donde la imaginación, no debe tener nunca desperdicio.

 

Algunas personas necesitamos seguir el hilo de una historia fantástica, distinta a la realidad; sencillamente eso, y nada más. Necesitamos creer en magia, ante la adversa verdad. Niños, jóvenes y adultos con ganas de leer simples palabras que, combinadas, logren una fácil lectura.

 

Creo en la fantasía. ¿Es la fantasía, una mentira? Nunca voy a creerlo de ese modo, pues algunos necesitamos de esa verdad, sin ella… sencillamente el mundo sería demasiado aburrido.

 

La magia existe; pero los hombres perdimos la capacidad de observarla, a tal punto y de una manera tan obstinad, que le arrebatamos esa capacidad a los niños y le llamamos locos, a aquellos capaces de verla. Inútilmente creemos que esto es un modo de ser lo que somos y lo que debemos ser: “seres racionales”.

 

No importa si es fantasía del pasado, del futuro, o incluso, del presente. Me niego a vivir en un mundo sin magia, sin héroes de espadas y arcos, sin colosales dragones sobrevolando las montañas, místicos unicornios recorriendo praderas y valles, grandes leones escupe fuegos, ninfas habitando bosques, desiertos y hasta el mar, seres de vida infinita, seres superiores a los hombres.

 

 

 

 

Siempre hablan del poder de la mente, y dicen, que no hay que subestimarla. Entonces, ¿por qué subestimar el poder de la imaginación? ¿Por qué la fantasía no puede ser cierta?

 

OK, casi lo olvido. Este era el lugar de la web en donde yo debía hablar de yo. Marüina ¿qué? Eso qué importa, ciertamente, ese tampoco es mi nombre original. Por eso, voy a inventarles una historia, a modo de autobiografía fantástica.

 

Había una vez, en el tiempo de hoy, en un lugar ni tan pequeño ni tan grande, una persona que pensaba, con absoluta firmeza, que lo suyo eran los números. Así, hizo todo eso que hay que hacer, y fingió estar allá afuera… haciendo todo eso que hay que hacer. Hasta que, los dibujos fueron tantos que comenzaron a trepar a los bancos, a los pizarrones, a las hojas, sobre los números, sobre los exámenes, sobre las paredes de su habitación, y básicamente, sobre todo. Era la crisis de una mente tan aburrida, que buscó de manera desesperada librarse de aquella realidad de perpetuo déficit.

 

Poner 2 + 2 en una calculadora y obtener 4, no fue suficientemente mágico. 

 

Entonces, aquella persona dejó los dibujos y comenzó a maquinar historias. Comenzó a escribirlas, lo cual fue un gran desafío, pues descubrió que, juntando muchos números formaba más números, y de este modo, no lograba expresar sus ideas.

No, los números no son expresivos; tuvo que amigarse con las letras y sus muchas leyes ortográficas. Y una vez lograda la fructífera alianza con esas cositas parecidas a los números, entendió que, juntando números y signos en una calculadora podía obtener un preciso resultado matemático expresado en otro número. Pero… juntando letras y letras en palabras, que armaban oraciones, que formaban párrafos, que narraban historias… podía obtener un resultado más que increíble: fantasía.

 

Y aquello, fue suficientemente mágico.

 

Entonces entendió que, fácilmente podría reemplazar la calculadora por la imaginación.

 

Y tal vez… tal vez se olvidó de leer el diario todos los días; y comenzó a vivir más en su fantasía, fruto de su imaginación. Pues, no se sabe con certeza dónde se encuentra esta persona ahora, probablemente en una tranza constante, entre eso que debería estar haciendo y lo que en verdad ella está haciendo. ¿Quién sabe?

No debemos complicarnos con el final de su historia. Por el momento, simplemente voy a darla como desaparecida. 

 

Y he aquí, el motor de mi imaginación: the Mountain Wolves.

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